No
sé si os he dicho alguna vez que mi niña es una pedazo de rubia que quita el
hipo, pues sí, así es. Las dos disfrutamos de un hobbie común, la hípica. Como
el fin de semana se presentaba bueno, le comenté que podríamos ir a montar ese
sábado a una finca privada que conocíamos, así nadie nos podría molestar si
decidíamos aprovechar el momento.
Como
sabía que iba a pasar, no tardó ni medio minuto en contestar:
-Chiiii…
Soy capaz hasta de escuchar su
voz cuando me lo escribe. La semana estaba a punto de acabar y mi cabeza iba a
mil tramando todas las perrerías que iba a poder hacerle teniéndola un fin de
semana entero para nosotros, sí, nosotros. Durante este fin de semana, íbamos a
contar con un invitado muy especial.
Por fin viernes, estaba
recogiendo mis cosas cuando me sonó un whatsapp:
-Venga vaaaa tortugaaaa...
Irremediablemente se me puso una sonrisa
en la cara, estaba ansiosa, igual que yo, pero le iba a hacer sufrir un poquito
más:
-Aún me queda una horita, tendrás
que esperar en la puerta de casa un ratito.
-ppffff que todavía hace frío y
es casi de noche
-Nos vemos en un rato y no pongas
morritos que te veo desde aquí.
Terminé de recoger y me pasé por ese sitio que tanto le
gustaba para coger algo de comida para el camino, ya llevaba todo en el coche
así que solo tenía que recogerla y pillar carretera. Llegué en 20 minutos a
casa y ahí estaba, sentada en la puerta con las maletas a un lado, las piernas
sobre ellas y tecleando vete a saber qué en el móvil, maravillosamente
enfadada.
La cara que puso al verme allí y descubrir que le había
mentido, valió la pena, toda roja subió al coche farfullando vete a saber qué maldiciones,
yo no paraba de reír mientras le pedía perdón y le decía lo guapa que estaba
enfadada. Acabamos las dos riendo. A mitad de camino le comenté que seguramente
el domingo viniera Sergio a pasar el día con nosotras, le encantó la idea
aunque sé que en su cabeza ya sabía que eso significaba algo.
Llegamos bastante tarde, cogimos la llave que nos habían
dejado donde siempre y nos fuimos directas al cuarto, caímos rendidas del
viaje. A la mañana siguiente, me levanté temprano y la dejé en la cama mientras
hacía el desayuno, es una marmotilla y le encanta dormir lo que me da a mi
ventaja para preparar las cosas. Dejé el café en el fuego y fui a ver a los
caballos, nos habían dejado todo listo para poder montar en cuanto nos diera la
gana, así que fui a buscarla.
-¡! Para arriba rubia ¡! Que hace un día fantástico- dije
mientras descorría las cortinas y hacía que le diera el sol en toda la cara.
-Déjame un ratito más mami que no hay cole…
-Muy graciosa, arriba. Los caballos están listos.
En cuanto oyó la palabra mágica se levantó de un salto y se
vistió a la par que yo con sus pantalones de montar, botas y esa camisa que le
gustaba llevar porque decía que “era cómoda”, para mí solo “era práctica” porque
podía cogerle las tetas perfectamente. Creo que llevaríamos una hora sobre los
caballos cuando llegamos al primer descanso, una especie de riachuelo dónde con
el tiempo habíamos cogido la costumbre de parar a descansar. No le di tiempo a reaccionar,
cuando bajó de la montura, le dije que se quedara agarrada a la silla. Masculló
algo que no pude entender bien, la agarré de la parte trasera del pantalón y le
solté el primer golpe.
Sé que no lo habría casi notado, una hora montando te deja
el culo completamente entumecido así que eso me daba ventaja para poder jugar y
calentar un buen rato mientras. Estuve durante unos 5 minutos alternando entre
las dos nalgas para que empezara a tener un bonito color rojo, entonces le bajé
el pantalón a la altura de los muslos. En mi montura había traído parte de mis
juguetes lógicamente. Para esta vez, había decidido usar una fusta de doma
elástica de 1,20 que había encontrado en la finca, sabía que podríamos
divertirnos mucho con ella.
Di unos tres pasos hacia atrás, y probé como sonaba, debió
de gustarle el ruido porque se giró al momento y la vi mordiéndose el labio
anticipando el golpe. La fusta de doma acaba en un trozo de material sintético
que pica bastante y tiene el mismo efecto que un látigo si sabes cómo usarlo.
El sonido que emitía cada vez que chocaba sobre su cuerpo, unido a la marca que
dejaba, estaba logrando que me resultara difícil seguir azotándola y no
arrodillarme ahí mismo a darle placer. Me encantaba lo mucho que podía
aguantar. Creo que alrededor del número 30 paré. Tenía el culo salpicado de
líneas rojo púrpuras muy finas, parecían líneas en una libreta y le ardía el
culo. Puse mis dos palmas sobre cada una de ellas y escuché su suspiro de
alivio al entrar en contacto con mis manos frías. Le besé un par de veces y
comprobé entre sus muslos que había surtido el efecto deseado y sabía que
estaría deseando que siguiera, pero no iba a darle el gusto allí mismo. Todavía
quedaba un buen rato de paseo y quería que notara la incomodidad mientras
montaba.
Casi dos horas más tarde estábamos llegando a la finca,
hacía un calor tremendo y llevamos a refrescar a los caballos antes de meterlos
en sus caballerizas. Le dije que se quitara el pantalón, las botas y los
calcetines, que también se quitara el sujetador, pero que se dejara la camiseta
puesta. Fui a buscar el cubo con los utensilios para cepillar a los caballos y
encontré lo que quería, había un cepillo de los que usamos para ellos que se
parece mucho a un cepillo normal cuadrado pero tiene el mango más largo por lo
tanto, una superficie mayor para azotar.
No puedo negar que disfruté como una niña cuando al dar el
primer golpe escuché ese grito de dolor placentero que solo escuchaba en
algunas ocasiones. Le dije que solo serían 10, pero que le iban a doler
bastante y que quería que los contara bien alto así que me hizo caso y empezó a
contar 1,2,3…8,9,10 Tenía el culo casi morado de los golpes y estaba sudando
muchísimo, así que aprovechando dónde estábamos, encendí la manguera para
duchar a los caballos y la dejé caer sobre sus nalgas desnudas, en muy poco
tiempo ya estaba metida bajo la manguera mojándose entera, empapando esa
camiseta blanca que no dejaba nada a la imaginación y salpicándome.
-Señorita, sabes perfectamente que odio las salpicaduras y
el agua fría…te la estás jugando.
Me di la vuelta para apagar el agua y noté como me caía
encima un cubo de agua helada.
Continuará….
Excitante
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