miércoles, 22 de marzo de 2017

Autoridad y autonomía.



Hoy vamos a tocar un tema difícil pero que algún había que tocar. Creo que una de las cosas que hace diferente el spanking de otros tipos de relaciones, en las que se da un componente de dominación/sumisión es la obediencia. Mientras que la mayoría de relaciones en las que hay dominación/sumisión la obediencia es el objetivo, en el spanking yo diría que es más la bien la desobediencia el fin, ya que es lo que permite desencadenar el juego. Podemos cambiar la palabra si nos gusta más reto, desafío, rebeldía, pero nadie me  puede negar, que no es precisamente una sumisión al uso, lo que se pretende en el spanking. Pero claro para que haya desobediencia es necesario que haya algo que obedecer y en este punto quiero entrar hoy.

Aquellas personas para las cuales sus juegos no tengan un concepto de disciplina, pueden pensar que esta entrada no va con ellos, pero creo poder demostrar que si. Son solo aquellas en las cuales sus juegos se basan en unas normas y pactos muy estrictos las que se libran de lo que vamos a tocar hoy.
Para mi la forma más divertida de jugar es aquella en la cual, se hace uso de la rutina, del día a día para jugar. Todo tiene un punto de partida y lo mas sencillo para empezar es optar por un "juego" de normas, osea aquello de pactar una serie de cosas, sobre las que puede intervenir el juego y quedar ahí limitado. Por experiencia se, que a medida que hay confianza y la relación avanza, esos pactos rígidos, primero se hacen más plástico y finalmente acaban por diluirse. Entonces empieza otro juego, el de la realidad, la cotidianidad y el día a día. Es para mi sin duda el más divertido, pero al difuminarse la linea que separa juego de realidad, podemos caer en malos entendidos y problemas. Los juegos nunca pueden convertirse en un problema su objetivo es a parte de  la diversión, sumar en la relación y a veces es difícil mantener el equilibrio.

Si queremos que todo funcione, hemos de saber mantener separados dos conceptos: autoridad y autonomía. Una de las cosas más divertida de todo esto, sobre todo en la situación que os cuento, es que el juego ronda siempre en la cotidianidad, es excitante, morboso y ayuda mucho a conseguir una complicidad y una motivación para con tu pareja de juegos muy provechosa, en todos los aspectos. En el sexual y erótico desde luego, pero también en otros como la comunicación o simplemente dedicarle un tiempo a tu pareja. Jugar, o más bien juguetear continuamente, ese juego de provocaciones veladas, aunque no necesariamente terminen en juego, ayudan y  mucho a desear. Para conseguir eso partimos de una base y esa es que uno de los miembros cede la autoridad al otro y el otro aceptar ejercerla. Eso significa algo que hay que tener en cuenta, ceder la autoridad significa que llegado un momento, la autoridad tiene la última palabra. Pero tener la autoridad no significa ni ser autoritario ni mucho menos ser arbitrario, significa que tienes porque así te lo han dado una potestad y evidentemente tener la autoridad no te libra de ninguna obligación. En toda relación hay unas obligaciones para con el otro, por lo tanto de alguna manera nos obedecemos y si aunque no suene muy romántico todos proporcionamos y aceptamos disciplina de alguna manera en una relación.

Así que cuando estamos hablando que esa autoridad tiene concedida una potestad, la de la última palabra por ejemplo, nos estamos refiriendo a cosas que son objetivamente y me voy a inventar una palabra: "ludicalizables". Evidentemente de esa autoridad deben  quedar fuera, decisiones importantes, cosas que afecten solo a la otra persona o que puedan afectar de algún modo el normal desarrollo de su autonomía. Una autoridad que resultara invasiva sería para mi una forma de maltrato. Ahora bien desde el otro lado también hay que entender algo fundamental. Si aceptas llevar a cabo un juego de este tipo, tienes que ser consciente, que a veces te puedes encontrar en situaciones que hayas previsto o buscado y que terminen en un juego. Si quieres sentir autoridad, lo que no puede ser es que esa autoridad haga siempre lo que tú quieras y cuando tu quieras. A mi personalmente esa parte es la que menos me preocupa, es divertido sorprender y reconducir esa situación para que sea tanto o más deseada que cuando ha sido concientemente buscada, pero hay que tenerlo en cuenta. La autoridad no tiene que ser invasiva, pero tiene que ser autoridad y a veces hacerse notar.

Si conseguimos ese equilibrio, es el juego más divertido que hay. Y conseguirlo pasa por que ambos tengan muy claro dos cosas: La autoridad que debe respetar siempre la autonomía de la otra persona y a la inversa que si se pide autoridad, es para que esta llegado el momento se ejerza y eso conlleva la potestad de la decisión final en el juego.

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